El juramento 

¿Qué pasó con los amantes de Amaniel?

Alguien dijo que de amor murieron. 

¡Es un misterio!–otros dijeron.

Si quieres saber la verdad, te comparto un secreto;

sé discreto nomás, y por los muertos ten respeto.

La novia tuvo un sueño que no compartió con su amor. A la mañana siguiente, despertó llena de terror. Por más que le dió vueltas, no encontró una solución, y después de tres días, tomó la decisión. 

La muerte la visitó en sueños y le mostró su porvenir; la novia toda incrédula, no paraba de reir.

Tres pruebas te daré–dijo la muerte. Déjame saber si no es suficiente.

Ese mismo día el perro de la novia murió. ¡Lo aplastó un carro!–su padre gritó. Pasmada por la noticia, la pobre se desmayó.

Una vez más, la muerte la visitó al otro día. Le dijo que si no se entregaba, otra vida le costaría. A la mañana siguiente, le faltaba su abuela, quien gozaba de buena salud. Por lo que el doctor anunció que murió a causa de la senectud.

A la tercera noche, la muerte le advirtió que venía por su amado. La novia le imploró–¡no por favor, lo necesito a mi lado!. La muerte la consideró, y después de unos momentos le contestó–vente conmigo y lo dejo vivir. Te espero a las 5:00, para que te puedas despedir.

Cuando la muerte los recibió, al verse, los novios se asombraron. 

–¡Rompiste tu promesa, muerte! de nosotros te has burlado–dijo el novio con un tono encabronado.

–¿Por qué se sorprenden?–preguntó la muerte–son ustedes los que han fallado. Pues rompieron su juramento, y mi intrusión el uno al otro se ha ocultado. Agradecidos deberían de estar, de que a los dos los he traído; porque aquel que se quedara, en su más grande anhelo, yo, me hubiese convertido.

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El infortunio de don Fulgencio